miércoles, 1 de diciembre de 2010

tu cara en el espejo
ya no guarda ese terrible secreto
se te fue pasando la vida
ahora sos otro, en este sin salida

es la mano en el reloj
que tapa la verdad
como un niño
que no quiere mirar

sabana de acero
resguardo en el encierro
ya esta lejos aquel tiempo
pero mounstro se quedo

ya tambien veo el desvan
que feliz que est0y de estar aca
ya muy lejos de la gente
que tanto tiempo me hiso mal

martes, 30 de noviembre de 2010

te comiste la mentira
y no viste el sin salida
ya es tarde para reaccionar
nos estan por liquidar

el fin no vendra de arriba
ya no nos van a engañar
es la cura del cancer
lo que nos va a matar

la filosofia nos mato
lo que nos hizo grandes
ahora nos tapo
pensar no vale de nada
si la consigna es liberacion

la torpe idea de lo real nos alejo
ahora ya no vemos que se acabo
la discucion se aleja de la verdad
solo se da manija a lo irreal

la dimos el poder
a los señores de baston
se quedaron con el mando
oscurantistas de la razon

martes, 26 de octubre de 2010

Nueva Pompeya no Nuevayork, pibe sentado se tuvo que bajar por su malestar, chico roñoso pero sólo por afuera, una señora lo vé y debe seguir con su nena; y uno se siente ajeno, ¿uno siente? ronda de amigos, jeans apretados, una revista de modelos muchachos de la fábrica y uno repregunta y pensar que es nuestro lugar, fea dualidadmucha tierra, tierra ajena, como me decía el otro día alguien ¿será difícil no odiar con el agua en los pies? creo que ni odian sólo reaccionan, no jodás y seguí lo tuyo.

Pablo Blas Añes

miércoles, 8 de septiembre de 2010

A muchos la libertad les pesa el gramo de mariahuana que tienen en el bolsillo

miércoles, 25 de agosto de 2010

Imaginando los latidos
de esta tierra mal parida
ideando los sentidos
de ese barco en franca despedida
un escalofrio lo desperto
helado estaba el plomo
amargo como el sin sabor
de verlo juntar ramitas
y creerse su libertador

la verdad nunca fue moral
la falsa felicidad es temporal
La realidad esta por perecer
Estos sueños terminaron con el ayer
en la subjetiva consigna
de morir por progresar, amor circunstancial
promiscuo siempre potencial
embarcacion siempre a punto de encallar

las nubes de tu sueño
nublan la vista y esconden el señuelo
ventajeado al de al lado, tu vecino

lunes, 17 de mayo de 2010

por aqui dios no repartio su suerte
la que bien espera el cazador
gritando alto el que espera muere viejo
complasiente en su dolor

lunes, 10 de mayo de 2010

ese dedo acusador
y la mano izquierda bien abierta
lista para recibir la polvorienta idea
escrita en libros, leida en el claustro
fuera del real alcance
de un monetario esclavo

avivando giles, viajaba el señor
escritor y no maquinista
con libros, sin martillo
describiendo a los demas
diendoles como son

se dispuso a mirar muy comodamente
mientras algun sin valor
recriminaba su ambiente
fusilado termino el libertino soñador
y es que su filosofia no lo resucito

en el nombre del obrero
en el nombre de un dios
se escriben cuentos, que lejos estoy
de entender esta locura
no es mas que expirimentacion

viernes, 7 de mayo de 2010

Mejor solo resistiendo
esa ley que esta curtiendo
a este pobre corazon
que ya no se puede ir
en el intento de salir, yo fui testigo
del camino humano
el camino mal habido
y de la persecuta intelectual

dando vuelta la razon, el verdugo esta escondido
esperando a que vos y yo
nos mandemos a buscar
la verdad del parido
esta triste ralidad de golpe esta conmigo
acompañando cada pensar
acompañando el movimiento circular
de la puta idea de felicidad
la desconfianza nos unio
en el fondo de la laguna
hasta el cuello, es mejor
mejor morir de a dos

jueves, 6 de mayo de 2010

LA CARTA (2003)

Era una de esas tardes en las que cualquiera quisiera estar en las afueras de su ciudad. No era así para mí. Yo vivía en un pequeño pueblo q no se dignaba a parecer en los mapas, tal vez por vergüenza, tal vez por olvido o quizás por suerte. Un lindo lugar para vivir, con suficientes habitantes para habitar diez casas, pero no los suficientes para llevarse bien con los desconocidos. Un lugar increíble, a 300 Km. de Londres. Ese día de verano, en medio de mis vacaciones de 1938. Esa clase de día para vacacionar. Con sol, ero sin calor. Con viento, pero sin frio. Un día especial para escribir. Escribir a los pájaros, a los árboles, a las mujeres. Todo tiene su propio tema, pero con mis 23 años de edad y mis intentos por describir a la humanidad, lo q vivía en este pueblito me había dejado sin inspiración. Fue entonces cuando ese día q vagamente recuerdo de 1938 la vi. Bajo de un auto. Era lo mas hermoso q yo había visto en mi vida. Mas bella q mis escritos, mas bella q la vida en si misma, mas bella q la belleza en si misma. Ese pelo corto en el que se reflejaba la luz del sol que intentaba encandilarme, seguramente enviada por Dios para que no pudiese apreciar paisaje divino. Sus ojos se reflejaban en el agua de los canteros. O tal vez los canteros se reflejaban en ellos. En la inmensidad de ese cosmos propio con la que la habían bendecido, en el que yo me podía bañar impunemente sin que ella lo sepa, alardeando o intentarlo hacerlo de lo profundo que ella me dejaba llegar. Sus movimientos eran como perfume al viento. Desperdiciados pero hermosos en su totalidad. En toda mi corta vida, en todos mis cortos escritos jamás había descripto algo así. Ese segundo de deslumbramiento le alcanzo a ella para observarme, en mi pantano de indecisión, y reírse, reírse de la obviedad, del amor.
Así fue como esa tarde la conocí. Conocí al próximo de mis escritos, a la próxima de mis pasiones, de mis obsesiones.
Así fue como pasaron los días. Los aullidos de mi corazón, que ella seguramente llegaba a escuchar y le hacían reír, a mi me habrían las entrañas en señal de dolor, de angustia pasional. Hasta q un día el lobo de mi corazón empezó a correr. Correr en dirección al cuerpo de mi alma, que por fin se ponía en acción. Solo para lograr lo q mi extroversión o concertación no podía hacer. Hablarle. Pero al lobo se lo comió la angustia. Esa angustia que devora los sentimientos. Las cualidades. Las posibilidades. Las esperanzas. En ese instante me di cuenta. La niebla de la vergüenza desapareció, aunque no por completo. Era el momento para el que el destino me había entrenado. Entonces, lo q hice fue tomar un papel, uno cualquiera, eso era lo de menos y la pluma q mi difunto padre me había hecho heredar en un intento de conservar algo de familia en nuestra vida. Y así empecé a escribir. Escribí sentimientos. Vida. Describí al lobo. A sus aullidos. A ese primer día. A todo lo que nos rodeaba. A mí.
Siguieron pasando los días. La carta quedo en el olvido. Mi conciencia se percato de que no es conveniente dársela. Ella es demasiado perfecta. Demasiado feliz, para crearle un yo en su vida. De esa manera pasaron más y más días, o años. Mi cabeza había dejado de funcionar para el mundo cuando me entere de que ellas se quedaría en el pueblo de por vida. De cualquier manera era tarde.
Lo que siempre temí, y también quise. Era 1939. La guerra comenzó y yo me enliste ene el ejército. Fueron así los próximos 5 años. La supervivencia no era mi objetivo, era el probarle a ella que era un hombre de verdad. Que podía cuidarla y amarla. Y tal es así q veía en cada uno de mis compañeros su rostro. Con ese pelo corto inolvidable, inexpugnable. Los ojos, cuales astros brillaban en el cielo de los dioses, que en su avaricia y envidia se los habían robado para si mismos, pero yo haría lo imposible para recuperarlos en mi nombre.
Cuando la guerra termino era 1945 y yo, con 28 años, y un rostro de hombre de 40. Con una mentalidad disminuida por la humanidad y su espíritu pendenciero. Autodestructivo, había olvidado el amor, la vida, su valor. No recordaba las palabras, las metáforas, al lobo o sus aullidos. Solo sufrimiento, tristeza, melancolía y muerte era lo que en mi cabeza caminaba, pisoteando todo lo bueno q conocía, que había creado gracias, por ella. En ese momento recordé la carta. La había dejado debajo de mi cama, en mi pueblo, lacada. Enamorada. Con pensamientos jóvenes. Era esa mi vida. Era esa mi cabeza. Mi anterior cabeza, la que nunca recuperaría, pero tal vez. Y solo tal vez. Quede una esperanza. Ella. La única que me podía sacar de todo esto. De las penurias, de la angustia, del abismo de Hades en que me había tirado, y solo por ella. Por lo que yo creí grande. Importante. Relevante.
El viaje desde Alemania fue arduo. Lleno de recuerdos y malas ideas. La guadaña y la bata negra de las que tanto se hablan existen, y yo las viví. Lo hice en la guerra. Y lo volví a hacer al llegar a mi pueblo. Aquel que mi inspiración había agotado. Aquel que mi imaginación había logrado explotar aquella tarde de verano de 1938, estaba destruido. Por los bombarderos. Por los pueblerinos. Por las enfermedades, no lo sabía.
Mi casa. Mis recuerdos. Mis amigos. Ella. No se me ocurrió otra cosa, en mi locura irónica. Iracunda. Mas que intentar descubrir algún milagro y mi carta, y a ella. Mi más grande tesoro, no de joyas. No de oro. De carne y hueso, de vida. Pero de cualquier manera había perdido la llave. La carta. La que me recordaría el amor. La sabiduría. Las metáforas. Mi mente destruida en 5 míseros años. Fatídico el día en que me enliste. En que la deje desprotegida ante las garras del mundo. Del aire. De la mismísima vida y su destino. Su tiempo. Su deterioro.
Me sentía extraño. Me sentía libre. De repente me empezaba a sentir fuera de todo. Era por fin ese momento. Al que todos espera y todos esperan sin saberlo. Porque en ese caso no podrían vivir. Era mí momento. Estaba muero. Me imagino que de angustia. De tristeza. En ese instante, Dios me dio el tiempo que siempre necesite y nunca tuve. Nunca cree. Ella aparcio enfrente de mi. Su alma. Su esencia. Y un poder de mi interior surgió. Un calor indescriptible. Un ser que nunca antes había sentido. Redije todo lo que tenia para decirle. Fue un segundo. O una eternidad. Ya no me importaba, el tiempo no transcurría para mí. Mi mente estaba limpia y mi corazón feliz. Y cuando pensé que todo acabaría, llego el momento de que todo mi trabajo se volvió físico. O eso parecía al menos. Fue un beso. El más largo. O el mas corto, no lo se. El más triste. Y el más alegre a la vez. El más apasionado y el más ambiguo al mismo tiempo. Fue el fuego helado que en las bocas se cruzo, el sentimiento tal vez no mutuo que yacía explayado en ese momento, imaginario o no. La expresión máxima de mis pretensiones. Todo en un simple segundo eterno. Y justo cuando pensé en que algo bueno había hecho de mi vida para merecer esta recompensa, descubro la ironía. Esa que siempre esta en la vida. Y que sin ella seria feliz, pero a la vez aburrida. Estaba muerta. Igual que yo. Y este era mi castigo. Por dejarla. Abandonarla. Yo existirá de alma, pero siempre con este recuerdo. Por fin había descubierto el infierno.

viernes, 19 de marzo de 2010

¿MENTIRA? (2003)

Siempre digo, si la rutina es vida, yo estoy en el cielo. Un cielo inerte. Insoportable. Un día tras otro me levanto y pienso. Pienso en mí. En mi vida o en cualquier cosa que se parezca a ella. La felicidad. Que bueno seria encontrarme con una. Tal vez por un momento, solo para probarla. Para que me use y me deseche. Como todo. Momentáneo, pasajero, inútil.
Me levanto y me saco el pijama. Ese que mi esposa me compro para el aniversario anterior a su muerte. Y mi muerte también. Mi existencia desapareció el mismo día. Me cabeza exploto en quejas y dolor. Sufrimiento. Como ahora. Como cuando me levanto y pienso. Y cuando me quiero despertar del verdadero sueño, de ese estado de embriaguez que todos llamamos vida, la estaca gira. Desgarra más y más la herida. Insertándose de a poco en mi destruido corazón. De cualquier manera, la borrachera no se pasa, todos debemos seguir, y es por eso que salgo a la calle. Para la máxima expresión de masoquismo. Por lo menos mía. Ir a mi inmundo trabajo. La base de todas mis penurias y aquejos. Más que la muerte. Más que la histeria.
El infierno me espera y no hay otra opción que entrar. La ironía de la vida que nunca me canso de destacar. Siempre prevalece ante todo. Las llamas me queman. Desintegran mi piel, pero uno debe seguir adelante, como si nada pasara. Serrar la boca y raspar los dientes. Pero no reaccionar. La injusticia en la respuesta a la reacción. Nadie nunca noto eso. Pero todo termina. Temporalmente, pero lo hace. La suerte no es más que pasajera. Pero como los problemas. Así que es útil.
El final, si es que así se puede llamar, siempre llega. Y si no llega se crea. Se arma en la mente y se suelta. Libre. Como una opción que intenta transformarse en hecho. De esta manera vuelvo a mi hogar. La cuna de mis penas, donde reposan y se fortalecen para otro día de cruenta batalla. Las cosas son así, todos los ejércitos necesitan un descanso, y yo también. No hay más oportunidad de hacer cosas como estas, una tregua temporal con la mente, y un sueño, uno con una vida feliz.
Enciendo mi auto. Me dispongo a irme de vacaciones, algo que todos necesitamos y pocos disfrutan y predican. Llene el tanque a la tarde del día anterior, y no cabía mas inoportuno percance que mi móvil se quede. Como todo, nada es perfecto. Ahora es el turno de la cuota de suerte que siempre viene en el vagón de atrás. Hay una casa al costado de la carretera. Toco la puerta. Una de madera, con finos acabados de bronce superficial y muy bien construida. Mas nadie responde, solo la puerta se habré. Lo terrorífico no me asusta y ya estoy acostumbrado al sufrimiento, entro sin saber que esperar. Para mi sorpresa, solo un cubículo de paredes claramente deterioradas, que alguna vez estuvieron pintadas de azul, con un techo verde muy bien cuidado, y en el medio, como una aparición casi fantasmagórica, hay un busto. Uno de una persona desconocida ante mis ojos, los de un hombre de clase media. Con educación normal y cultura general envidiable. Pero aun así, con todos esos pergaminos inexistentes, no logre determinar quien era ese, me imagino, ilustre personaje. Ahí fue cuando desperté.
Sin hacerle caso a ese raro, pero no impredecible sueño, me largué de lleno a mi rutina. A mis estigmas.
Una vez más llego a mi casa. Ya pase las pruebas que diariamente la vida pone ante mí, como si de Hércules se me tratara. Y alivio siento cuando me cabeza roda las finas sedas de mi almohada, de mi colchón, de mis sabanas.
Enciendo mi auto. Me dispongo a irme de vacaciones, algo que todos necesitamos y pocos disfrutan y predican. Llene el tanque a la tarde del día anterior, y no cabía mas inoportuno percance que mi móvil se quede. Como todo, nada es perfecto. Ahora es el turno de la cuota de suerte que siempre viene en el vagón de atrás. Hay una casa al costado de la carretera. Toco la puerta. Una de madera, con finos acabados de bronce superficial y muy bien construida. Mas nadie responde, solo la puerta se habré. Lo terrorífico no me asusta y ya estoy acostumbrado al sufrimiento, entro sin saber q esperar. Para mi sorpresa, solo un cubículo de paredes claramente deterioradas, que alguna vez estuvieron pintadas de azul, con un techo verde muy bien cuidado, y en el medio, como una aparición casi fantasmagórica, hay un busto. Uno de una persona desconocida ante mis ojos, los de un hombre de clase media. Con educación normal y cultura general envidiable. Pero aun así, con todos esos pergaminos inexistentes, no logre determinar quien era ese, me imagino, ilustre personaje. De repente, y de un rincón de la habitación que no inspeccione, un teléfono que no note empezó a sonar. Ahí fue cuando desperté.
Mi paranoia, o mi lógica, o quizás mi sabiduría, me paralizaron en la cama cuando el teléfono me despertó. No era parte de mi sueño, y no me quedaba más que responder a la terrorífica llamada. Reconozco que me cuesta hacerlo. Pero lo logro. Era mi jefe. Mi piel se erizo. Se me congelaron los ojos. Se me hirvieron las orejas. Me otorgo vacaciones.
Enciendo mi auto. Me dispongo a irme de vacaciones, algo que todos necesitamos y pocos disfrutan y predican. Llene el tanque a la tarde del día anterior, y no cabía mas inoportuno percance que mi móvil se quede. Como todo, nada es perfecto. Ahora es el turno de la cuota de suerte que siempre viene en el vagón de atrás. Hay una casa al costado de la carretera. Toco la puerta. Una de madera, con finos acabados de bronce superficial y muy bien construida. Mas nadie responde, solo la puerta se abre. Lo terrorífico no me asusta y ya estoy acostumbrado al sufrimiento, entro sin saber q esperar. Para mi sorpresa, solo un cubículo de paredes claramente deterioradas, que alguna vez estuvieron pintadas de azul, con un techo verde muy bien cuidado, y en el medio, como una aparición casi fantasmagórica, hay un busto. Uno de una persona desconocida ante mis ojos, los de un hombre de clase media. Con educación normal y cultura general envidiable. Pero aun así, con todos esos pergaminos inexistentes, no logre determinar quien era ese, me imagino, ilustre personaje. Me acerco, cuidadosamente ante el temor. Un temor obvio. Uno fundado en mis sueños, en esos tan repetidos y extraños, que en realidad se vuelven. De una manera u otra, que aun no descifro mi codo choca, en un golpe de descuido un poco intencional, con en busto. La pequeña estatua no cae al suelo, nisiquiera se mueve, simplemente se raja. Una pequeña incisión en el medio de la cabeza sin pelo esculpido. De repente no queda nada de mí. Un yo como mi mismo desaparece.
Juan Francisco camina por las calles de Buenos Aires, y para en un puesto de diarios.
-Un diario, por favor.
-Si, ya se lo alcanzo.
-Alguna noticia interesante?
-Un hombre apareció muerto en su cama hoy a la mañana.
-Y eso q tiene de especial, pasa siempre.
-Es q este llamo a una vecina antes de morir diciéndole que se apure para encontrar su cadáver sobre la cama, y además, el muerto yacía en la como con una sonrisa. Según el diarios, fueron espasmos.
-Seguro que es una mentira.

miércoles, 3 de marzo de 2010

PLENA IMAGINACION (2003)

Las hojas caían como pétalos de una rosa marchita por el odio. El otoño ejercía todo su frio y su melancolía sobre la triste faz de nuestras vidas. Elena conducía su automóvil, lenta y cautelosamente como solía hacerlo. Una vez mas, como entre tantos otros días, otras repeticiones, se estacionaba cerca del automóvil de su marido. William ya hace una semana que se fue y dejo el auto estacionado allí. Como todo buen esposo, llamaba todos los días a las ocho de la noche, justo cuando Alice se disponía a preparar la cena, en un vano intento de impedir que comiera en exceso.
Ella bajo de su auto rasgando con una de sus puertas su media, antes, sus preferidas, ahora solo desecho. Camino por la calle para solo subir a la acera y seguir en su caminata, corta pero eterna, brillante pero pesadumbrosa hacia la puerta de su casa. Metió la llave en la cerradura, la giró y con un leve empujón da por finalizada la epopeya de su día.
Entró en las cuatro agobiantes paredes de su hall de entrada, pisó la pequeña alfombrita verde, sin descuidar sus bordes negros, solo para limpiar sus antiguos zapatos de charol. Se sacó de encima y con toda tranquilidad su saco marrón, y se remangó la camisa. Apenas eran las siete de la tarde, había tiempo hasta que el estomago empiece a reclamar atención. Se dirigió al baño para observar que no solo la media estaba rota, sino que tenía un corte. Después de maldecir, solo se digno a sacarse las medias, y la pollera ajustada, para ponerse el pantalón con el que dormiría mas tarde.
Cansada, y como tiempo faltaba para que la cena se empezara a cocinar como por arte de magia por si sola, se sentó delante de la computadora. Alice no era buena con estas cosas nuevas, pero igual la usaba, para el trabajo, claro esta. El ocio no es una opción en su vida, o la vida no es una opción en todo esto.
Introducida dentro de la pantalla de su ordenador, totalmente inmersa, como obsesionada, como hipnotizada por las luces de colores que saltaban y bailaban a su alrededor. Algo le retumbó en el oído, algo raro, pero solo a sus hipnotizados oídos. Solo el timbre del teléfono. La computadora la atrapó, la mantiene bajo su obsesión, y el timbre en el tiempo se pierde. Se pierde angustiosamente. Se pierde a tan solo unos pasos de Alice, que en un intento de salir, corrió a buscar el tubo del teléfono. No lo logro, pero valeroso intento, valerosa estupidez.
Y de vuelta a la computadora. Penumbra, oscuridad. Sombras vacilantes por la ventana, la misma que dejaba que la luz lunar pasara a la casa, después de refrescarse en el jardín. Sube por la blanca pared, sin llegar al techo, que muy alto esta. Un mueble era victima, también, del acecho de la luz, un aparador lleno de objetos de crista, lleno de espejos, lleno de ilusiones, lleno de regalos e inutilidades, falsedades y mentiras, todo en un solo lugar. Y la derecha de este funesto mueble de madera, estaba la puerta, en ese entonces serrada. De entrada y de salida. Todo combinado en un solo lugar, rara vez utilizado por quien Alice no sea. Y ese era todo el escape, una ventana, una puerta y paredes.
Silencio pedía el ser de Alice mientras se entretenía. Silencio y oscuridad, solo eso. La única presencia en la habitación al menos conciente. Silencio y oscuridad, solo interrumpida por la luna. Ni un alma mortal corría con el viento. Viento que misteriosamente había aparecido. Alice, sin entender y sin darse cuenta de lo absurdo de la situación, serró la ventana y volvió a sentarse. Pues el viento no se fue, y una vez más Alice, inconsciente de sus propios actos serró la ventana otra vez estaba abierta. Y el viento seguía, seguía. Y sin ganas, lo soporto. Un ruidito, casi imperceptible para cualquier normal. Otro más fuerte. Otro aun más fuerte. Alice levantó su cabeza y serró sus ojos. “¿Quien anda ahí?”, pregunto. No hubo respuesta. Otro sonido más reconocible. Un bastón. Uno golpeando contra la madera que había en el suelo como piso. “¿William?”, pregunto una vez mas. Y solo un sonido como respuesta. El mismo de antes, pero con otra diferencia, esta vez venia de detrás de ella. “William, no es gracioso”, grito enojada, y sus ojos abrió. Solo oscuridad, oscuridad, interrumpida no por la luz lunar, no por el inexorable sol, sino por dos pequeños focos de brillo. Eso es todo lo que en la pantalla se ve. En la que antes blanca estaba por el intento de hoja es la que Alice escribía en su ordenador. Todo negro, y dos luces, como ojos. Verdes. “William, ¿Que es eso?, dijo, y se dio vuelta. Nadie se encontraba. Solo viento. La ventana y la puerta serradas estaban. Los cristales impecables se encontraban. Y cuando a mirar la computadora se dignó, solo negro hay. Oscuridad y silencio. Y de repente, la pantalla en si vuelve y la imagen blanca de la supuesta hoja regresó. “Debo estar alucinando”, se dijo a si misma, y escribiendo siguió. Hasta que el sonido volvió, y cada vez mas fuere, y cada vez mas cerca. Y el viento cada vez más fuerte y más frio, y cada vez menos luna entraba por la ventana. Alice se dio vuelta una vez mas para solo ver oscuridad, para sentir el viento en la cara. Se levanto de si silla y miro en los pocos recovecos de la habitación y nada encontró. Solo le quedaba ver el resto de la casa. La puerta abrió y solo sorpresa encontró, solo terror. No hay salida, la puerta esta tapada por un mueble, el mismo que hace unos segundos dentro se encontraba con toda la cristalería. “William, basta de hacer estas cosas, no se como lo lograste hacer, pero basta ya”. Y el ruido del bastón atrás se sintió. Y un pequeño brillo sobre sus hombros notó. Uno verde, muy pequeño. “William, eres tu”, “No”, contestaron., “No atendiste mi aviso”
Y la pierna sangro, la cabeza rodó, y Alice a este mundo no pertenece mas.